Juventud Misionera / Ahuachapán

EL SENTIDO DE LA MISION

10.10.2013 12:59

El venerado Papa, beato Juan Pablo II, nos decía al iniciar el nuevo milenio “un nuevo siglo y un nuevo milenio se abren a la luz de Cristo, pero no todos ven esta luz” (NMI 54).  Dando a entender que la Iglesia conoce la luz y ve la luz pero que aún existen muchos que viven sin conocer esta luz, asì, continuaba, “nosotros  tenemos el maravilloso y exigente cometido de ser su reflejo”. El Papa, habla de misión y  a la vez que es algo maravilloso, que es tarea de nosotros, los discípulos, los creyentes que vemos y vivimos en la luz de Jesucristo.

En otro de sus maravillosos escritos, citando el concilio y la escritura dirá: “es necesario el papel de la Iglesia para la salvación de la humanidad, porque Dios ama al hombre y le concede la posibilidad de salvarse” ( RM 11 (1 Tm 2.4)). Importa y es necesaria la presencia de la Iglesia, no solo para sí sino para  toda la humanidad, a quien debe ofrecer la vida de Dios en Jesucristo, aunque exista la intervención de  Dios de manera misteriosa  en otras religiones; “la Iglesia no puede dejar de proclamar que Jesús, vino a revelar el rostro de Dios y alcanzar, mediante la Cruz y la Resurrección,  la salvación de todos los hombres…porque sólo en él, somos liberados  de toda forma de alienación y extravió, de la esclavitud   del poder del pecado y de la muerte”. Porqué todo fue hecho por él y para él, todos los hombres están encaminados a obtener la salvación y ser rescatados por él, pues ese es el objetivo de la encarnación y de poner su tienda entre nosotros (Jn. 1.14).

Así pues, dirá el mismo  Papa,   “el cristianismo no es una mera sabiduría humana que se transmite o una ciencia” y,  –complementa  Benedicto XVI – “ni una idea ética o filosófica”  sino  un anuncio y  “un encuentro con una persona, Jesús de Nazaret”.  Si el hombre es amado por Dios y en Jesús nos amó hasta el extremo,   no hay motivo para esconder el tesoro  del amor que la iglesia ha encontrado y recibido, por tanto, siguiendo el mandato de su mismo Señor: “vayan y anuncien”  y “si me aman guardaran mis mandamientos”  debe hacer posible que los hombres experimenten la vida nueva del amor que se le ha encomendado para toda creatura. Debe poner en alto está luz y no esconderla,  para que ilumine los corazones que no han visto la gran luz que ha aparecido y que ilumina las tinieblas  ( Isaías).

Los nuevos discípulos de Cristo “Saben que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro”  (Ada 146). Y por tanto como el buen pastor que se compadecía de la gente que andaba extenuada, deben compadecerse de los pueblos, de las personas, del hombre que habita en tinieblas.  La misma iglesia que esta inundada y santificada por la palabra de Cristo y del Espíritu de Pentecostés debe y puede transformar en Cristo a los hombres para que lleguen a ser capaces de ser hijos de Dios, para ser amados por él y conocer ese amor.

Pbro. José Bernado Otíz Cerón

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